viernes, 23 de mayo de 2014

Un reloj sin tiempo...

¿Exactamente que es el tiempo?
No sabemos realmente que es, solo que está ahí, y que no podemos evitarlo. Decimos que pasa el tiempo cuando una acción ha acabado, cuando oscurece o cuando estornudamos sin parar bajo los florecidos árboles.
Podemos decir que el tiempo es de todos y de cada uno, y que sea como sea, nunca es del todo nuestro.
Yo hace poco, hice una especie de película, llena de recuerdos, en los que puede ver una vez más todo lo que es mi vida, lo malo que una vez llegan los créditos, tienes que volver a meterlos en el cajón, aunque cada vez sea más y más difícil cerrarlo.
Somos capaces de mirar hacia atrás y ver lo que fuimos en su día, pero ¿somos capaces de vernos como somos realmente, o de como seremos?
El tiempo es algo difícil de tratar, pues digamos que somo por un instante dependientes de él, y en un pretérito no muy lejanos somos dueños de él, sabiendo o sin saber que en el futuro somos sus esclavos.
El destino y el tiempo se enlazan por nucleótidos que nos determinan desde que somos una simple estructura minúscula hasta que pasamos a ser simplemente cenizas en el profundo mar.
¿Quien es verdaderamente poseedor de si mismo, de su futuro?
El tiempo nos juega malas pasadas, nos perturba, nos salva la vida en determinadas ocasiones, incluso nos mata. Pero realmente el tiempo nos determina a como seremos en un futuro, o incluso como somos en nuestro presente.

En ocasiones, desearíamos poder tener nosotros el poder de girar la manecilla y poder volver a oler el pan con chocolate, oír el timbre del patio o incluso sentir el beso de nuestra madre en la frente; y en otras nos gustaría cambiar su dirección, imaginarnos en nuestros sueños, sentirlos y poder llevar la vida que tanto invade nuestro conocimiento cada noche. Para unos, la búsqueda del horizonte acaba rápido, y para otros es eternamente lento, tanto que como yo, ansía poder salir de esta jaula de jóvenes barrotes, posiblemente al salir sea atacado por carroñeros y animales a los que le gustan la sangre fresca, y en ese caso, lo mejor sería volver al resguardo de mi jaula. Pero las heridas sanan, y gracias a esas medallas, los soldados pueden seguir con vida.

Otros momentos son aquellos en los que necesitas quitar las pilas al reloj, y parar el tiempo, disfrutando de cada minuto, de cada sensación, cada instante que pasa... pero tarde o temprano te das cuenta de que no son más que los efectos del cansancio producido por la intención de acumular conocimiento en tu garaje, pensando y sabiendo que algún día, podrás sentarte en tu silla y volver a ver la película, en la que observarás como toda tu vida, ha llegado a su fin, entonces sí, será imposible cerrar el cajón.

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