domingo, 22 de diciembre de 2013

Los vínculos del maestro




Todo el mundo aparentamos la felicidad, de maneras personalizadas; unos con un carácter más eufórico que otros, otros con más "alegría" concentrada, en fin, de cualquier forma. Lo malo es que las apariencias no dejan de ser apariencias, y que tarde o temprano deja salir el verdadero horror que todos llevamos dentro.
Por horror no me refiero a maldad, sino al ya mencionado ventrílocuo que maneja nuestras articulaciones con sus hilos, manda mensaje que no deseamos, he incluso nos impulsa hacer cosas que siempre odiamos; como es habitual, de todo esto se encarga nuestro querido cerebro, un montón de reacciones químicas, que propagan electricidad, y que son responsables de nuestro cuerpo. Estamos eternamente subordinados por tal poder, un poder que no se puede dominar, y que siempre acaba con nosotros, sea rápida o lentamente.

Cada antojo se ve reflejado en la sangre que cae de nuestros ojos, la que nos mata por dentro, y poco a poco nos ayuda a cambiar.
Cambiar... una palabra que supone una pauta principal, no volver a ser tú.
Es increíble como un pequeño rastro, puede volver a evocar aquellos sentimientos, fanatizando fallidamente de su purga. Concretando, nunca estamos libres de nuestros más arraigados recuerdos, ni mucho menos de nuestros peores errores, los cuales aturdirán nuestro pasado, presente y futuro.

Sería estupendo poseer un arma definitiva, con la hoja más poderosa de todas, la cual pudiera hendir cualquier materia, estructura... y poder seccionar las venas que unen los dos corazones, que aunque latan la unisono, siguen ritmos distintos, finalidades diferentes, metas opuestas.

Cada intervalo desde el crepúsculo hasta el ocaso, deseo con más fuerza separar a los siameses, ya que prácticamente solo sufre el reflejo.
Sé que mis recuerdos podrán aflorar en cualquier instante, acechando a la espera de derramar una lágrima. Pero no son los que más temo, pues cada pedazo contiene un ápice de felicidad, y en unos más que en otros.
Los que sí llaman a mi puerta con mayor continuidad y apuñalan mis sentidos en cada acción realizada, son mis errores. Errores que pesan unos más que otros, pero los que pesan, son los que para mí serán imperdonables. Errores que gracias a mi maestro, he cometido sin ser "consciente" y asumido tengo la presencia de ellos en todas mis hazañas, buenas o malas.

... Después de esta liberación personal, he de reconocer, que Sí, nosotros mismos, más nuestra mente que nosotros, es nuestra peor enemigo, algo con lo que no se puede luchar, no puede ser dañado, un enemigo perfecto, que conoce las estrategias del oponente, es el ninja absoluto.